domingo, 3 de febrero de 2013


·٠•●●♥♥❤ஜ۩۞۩ஜ Marcela R ஜ۩۞۩ஜ❤♥♥●●•٠·


"Me llamaste invasora
mientras asaltabas mi territorio para arrasarlo
para después invadir territorios vecinos y sobrinos.

Me tachaste de bocazas
mientras desvelabas mis secretos de alcoba
y paseabas mi intimidad desnuda por las plazas.

Me tildaste de teatrera
mientras lloraba mis sentimientos, los tuyos propios,
de los que te avergüenzas y con los que no conectas.

Me colgaste todos los carteles posibles
mientras te mofabas, sin mirar dentro de mi,
sin saber que te retrataban, sin mirar dentro de ti.

Pero quien soy yo para hablar mal de ti
si hay parte de ti en mi
y toda parte de mi está en ti.

Sólo me queda ser valiente
porque no hay banderas ni trincheras, ni bombas ni granadas
que puedan alejar mi amor por ti.



Parece claro que para comunicarnos utilizamos el lenguaje y que este se compone de palabras cuyo significado creemos que compartimos. No obstante nos hemos olvidado de avanzar en este punto tan vital para nuestra convivencia. Hemos asumido que compartir palabras y significados dentro de un mismo idioma implica compartir interpretaciones y sentido para esas palabras.

Además, poco a poco, para construir nuestro mundo, a salvo de los demás, hemos utilizado la belleza de las palabras para generar etiquetas olvidando que son un instrumento muy efectivo para intercambiar información pero muy ineficiente como instrumento para describir realidades.

La mayoría de las personas, la mayoría de las veces, nos movemos con un saco al hombro lleno de etiquetas. Y según vamos caminando por la vida vamos sacando esas etiquetas y las vamos colgando allí donde nos conviene. "Idiota" va aquí, "Egoísta" va allí. "Cobarde", ¡zas! "Loca", ¡pumba! "Mentirosa", ¡flis!, "Será vaga", ¡plof!%85Es hora de hacernos conscientes que cada vez que colgamos una etiqueta de algo o de alguien, en el fondo lo que estamos haciendo es colgar una etiqueta de nosotros mismos en ese algo o en ese alguien.

Es muy ilustrativa esa metáfora que cuenta como cuando señalamos a alguien con el dedo índice diciendo: "eres insoportable", si miramos a los dedos meñique, anular y corazón, vemos que nos apuntan directamente a nosotros y que en realidad estamos diciendo: "Veo en ti la parte que no soporto de mi mismo", o "Veo que no te soportas que es como verme yo a mi que no me soporto". Sea cual sea el matiz, cada vez que etiqueto a alguien me estoy etiquetando a mi mismo.

El mundo es un espejo. El otro, en mis relaciones, es un espejo. Todo puede ser juzgar, criticar y chismorrear. O puede ser un juego de dos direcciones:

si alguien te acusa alguna vez de algo tu decides no tomártelo a título personal, decides ver que en realidad habla de sí mismo y te relajas, dejas que su etiqueta no se quede pegada en tu espalda

o bien, cada vez que tu acuses a alguien te paras a pensar que parte de ti se está mostrando al mundo, que parte de tu sombra a la que ya no tienes miedo porque es parte de ti, la aceptas y la llevas como amor

La vida puede ser un proceso de crecimiento personal constante desde el juego y la diversión o puede ser un camino de enojo y de negatividad constante. No olvides que tú eliges. ¿Eres la bruja de Blanca nieves que sólo quería ver una falsa ilusión en su espejito mágico o te atreves de verdad a mirar y esperar abiertamente a lo que te devuelva el espejo de la verdad?

Mirarnos en los demás y reconocernos, con sentido del humor y con compasión, es un principio de un proceso de amarnos y aceptarnos a nosotros mismos y, por tanto, de amar y aceptar a los demás. Es duro, nadie dijo que fuera fácil, pero los resultados son la recompensa. 

¿Qué decides?

No hay comentarios:

Publicar un comentario