miércoles, 16 de octubre de 2013

Muchas veces vivimos con la luz apagada en nuestro cerebro.


❥Meditando en el Camino❥...

Muchas veces vivimos con la luz apagada en nuestro cerebro.
Nos acostumbramos a palpar las paredes de nuestras experiencias y nos quedamos con los temores de no poder, no lograr, no llegar, no saber…resolver la vida y sus dificultades. Tenemos miedo.
Un miedo paralizante que nos repliega al con fin de nosotros mismos y nos somete al exilio de la grandeza que llevamos dentro.
Miedo a:..”Hablar en público, afirmarnos en lo que decimos, tomar decisiones, a la intimidad, a cambiar de empleo, a estar solo, a envejecer, a conducir un coche, a perder a un ser querido, a poner término a una relación, a cambiar de lugar…”

El miedo parece ser la epidemia de nuestra sociedad.
Tememos los comienzos y tememos los finales.
Tenemos miedo a cambiar, miedo a atascarnos.
Tememos el éxito, tememos el fracaso.
Tenemos miedo de vivir, tenemos miedo de morir…
Después de reflexionar sobre nuestros temores y sus efectos he llegado a la conclusión de que el miedo se aprende.
De que realmente es un problema educacional que nos trae al mismo tiempo la buena noticia de que igual que se integra en la conducta mediante un aprendizaje se puede reeducar la mente para librarnos de él o al menos reaccionar de otro modo una ve asumido.
Nuestro problema es la incesante vocecita que en nuestra cabeza repite una y otra vez: “…Será mejor que no cambies la situación.
Eso no es para ti. Nunca lo harás por ti misma. No corras riesgos. Podrías cometer un error. Lo lamentarás…” Mensajes que se instalan en la conciencia para inmovilizarnos y bajar nuestra autoestima. Perdemos la confianza en poder afrontar cualquier situación que se nos presente y nos quedamos relegados en un rincón con una absoluta parálisis mental que anestesia cualquier posibilidad de acción.
Todo está en desaprender.
Debería existir una escuela, un centro, un lugar donde nos enseñaran a desaprender lo que ha quedado en nuestro esquema de comportamiento como inhibidor de nuestras inmensas posibilidades, entregándonos a la prisión de las inseguridades más poderosas. Si cedemos ante su presión comenzaremos a ver el mundo como un lugar lleno de peligros que nos amenaza continuamente.

No importa sentir miedo. Lo sentimos todos en algún momento y en alguna circunstancia. Ese es otro secreto bien guardado que nos hace vulnerables.
Creemos que el miedo es una debilidad exclusivamente nuestra cuando en realidad es un hecho al que nadie puede escapar. Sin embargo, lo que te dará el poder no es evitar sentirlo, sino afrontarlo.
Al hacerlo, uno se acerca cada vez más a un nivel tan alto de confianza en sí mismo que terminará por comprender que puede afrontar cualquier cosa que se interponga en el camino.

Siempre, los fantasmas que gobiernan la mente nos dibujan la situación más feroz pensada que vivida. Pasemos a la acción…
aún con miedo.

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