sábado, 2 de noviembre de 2013

FUERA DE VOS, NO HAY REFUGIO

❥Meditando en el Camino❥.........

FUERA DE VOS, NO HAY REFUGIO

Dentro tuyo hay un Sol de luz divina. Lo opacaste con tus creencias, con tu crianza, con tus miedos, con tus limitaciones. Es momento de que seas libre. Pero, ¿a qué libertad me refiero? A la libertad de los patrones fijos en la vida.
Lo que todos desean es la liberación del sufrimiento de estar atrapados en sus patrones mentales y ser capaces de superarlos.
Es hora de entender que nadie te puede rescatar de vos mismo, porque allí donde estés, allí donde vayas, te vas a llevar siempre el malestar interior, sea en este planeta o en la galaxia más lejana.
Fuera de vos, no hay refugio. No importa a cuántos santos les prendas velas: no busques, no hay otra respuesta.
Es solo cuestión de decisión. De convencerte de que sos perfectamente capaz de tomar las riendas de tu vida y llenarla de sentido.
Cuando nos demos cuenta de que lo Divino lo penetra todo, no habrá lugar para egoísmos codiciosos o separatismos.
El cuerpo es el instrumento para toda acción. Nace como resultado de acciones pasadas. Aquel que reconoce el Espíritu no activo que habita el cuerpo, que es la fuente de toda acción, se da cuenta de que todo ser es, verdaderamente, una persona emancipada. Sabiendo que lo Divino es omnipresente, no hará daño a nadie y amará a todos por igual.
En India, los grandes maestros suelen explicar quiénes somos con la siguiente metáfora del árbol y la semilla:
Lo múltiple ha surgido del único. Una sola semilla es el origen de innumerables árboles. La divinidad habita en el corazón de todos los seres como semilla. Dios, es la semilla primordial. El cosmos es el gigantesco árbol que nació de él. En este árbol cada país o nación es como una rama.
Los seres humanos son los frutos; en cada fruto existe Dios, como una semilla. La energía divina ha asumido todas las múltiples formas en el Universo. Aquellos que saben ver con ojos espirituales, reconocen la divinidad que es común a todas las cosas. Pero aquellos que ven al mundo como una entidad física, quedan atrapados en un sinfín de dificultades. Cada ser humano debería distinguir entre el cuerpo físico y el Espíritu inmanente y buscar la manera de reconocer su propia divinidad inherente.

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