miércoles, 12 de febrero de 2014

En el principio de cualquier día, de cierto Primer Día había un Hombre...

Sentía su interior desordenado y vacío. Nada lo satisfacía... ¡ya no quería vivir...! 
No supo jamás cómo, pero fue ese día que una idea-luz lo iluminó. 

Al principio no comprendió. 

Lo único que supo fue que si estaba, era Día y su ausencia inventaba la Noche. Así se durmió.

Y fue la tarde y la mañana del Primer Día.

Despertó por la mañana. Analizó en su transcurso, todo lo que había vivido hasta ese momento.

Dividió su vida en dos. 

Denominó a sus fracasos y decepciones como Ganas de Olvidar y a sus sueños aún no cumplidos y a los desafíos por vencer, Deseos de Vivir.

Y fue la tarde y la mañana del Día Segundo.

Amanece el Tercer Día... 

En éste, descubre que, hasta ahora, su vida centrada en su ego solo le ha permitido vivir para sí. O sea... que se había transformado en tierra seca e improductiva. 
Y decide que, a partir de ese momento, intentará ser feliz viendo la felicidad en el rostro de los demás y planta, en su corazón, semillas de Compasión (para entender a los demás), de Empatía (que es ponerse en la misma situación del otro) y de Solidaridad (para hacer algo en beneficio de otros).

Y fue la mañana y la tarde del Día Tercero.

Al día siguiente entendió que de nada valdrían sus esfuerzos si tan solo los hacía por obligación. Decidió que, cada una de sus palabras... cada uno de sus actos estaría impregnado de Amor. Pues esa combinación, la del Esfuerzo sumado al Amor, da como resultado la Pasión. 

Y así como el sol y la luna tienen como objetivo vencer a las sombras diferenciando la Luz de la Oscuridad..., un poco... tan solo un poco de la Luz del Amor puede vencer a las tinieblas de la Adversidad.

Y fue la mañana y la tarde del Día Cuarto.

El día que siguió fue día de Revisión...!

Fácil fue revisar sus aciertos ya que eran tan pocos...!

Pero el día casi no le alcanzó enumerando sus errores... Y tomó una decisión. Intentaría corregir los que pudiera... y lo más importante... que haría el esfuerzo y estaría muy atento para no volver a cometer los mismos yerros una vez más.

Y fue la tarde y la mañana del Día Quinto.

El día que siguió al Quinto, fue el día de las Concreciones.

O sea, de hacer concreto lo abstracto. De nada sirve un plano en un papel si no se tiene los materiales ni la decisión de construir la casa. Así, tampoco tiene valor las buenas intenciones si el milagro de la iniciativa y del trabajo no logra hacerlas realidades.

Y fue la tarde y la mañana del Día Sexto.

Fue a descansar. Y esa noche soñó que no era bueno que Esto le pasara a Él solo. 

Y sucedió que, en el Día Séptimo..., en ese día que él había destinado a descansar, fue cuando más se agotó. Pues fue de casa en casa, por distintos caminos sólo tocando gente... como intentando contagiar esta bendita enfermedad que se llama Esperanza de Cada Día que consiste en no conformarse solo con ser.

Que existe una escalera que se llama Superación y que no importa en qué parte de ella se esté. 

Siempre hay un escalón más arriba al que se puede ascender.

Hoy quizás tres. Mañana... ¡qué bueno... cinco peldaños...! Pasado mañana puede que sólo uno. ¡No importa... lo importante es siempre subir...!

¡...Vio Dios lo que le sucedió esa semana a ese Hombre y le gustó...!

"Vio Dios que eso era Bueno"

(La Biblia)

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