viernes, 21 de diciembre de 2012


"Las cosas son aquello que el Verbo crea cuando las nombra"
¡Qué poder tan grande tenemos los humanos!
Y pensar que a veces hablamos sin pensar, calificando la vida todo el tiempo sin darnos cuenta que de esa calificación, que nosotros mismos le damos, depende nuestro destino. 
Las palabras son pensamientos revestidos de sustancia, pensamientos a los que se la ha dado la orden de ¡ejecútese! el pensamiento es como un cheque sin firmar, cuando se pronuncia, le pones la firma y lo haces válido, le das vida en el mundo material.
La Presencia Divina habita en el Silencio y sólo cuando aprendes a acallar tus palabras y pensamientos puedes, como regalo del cielo, recibir la Presencia que te colma con su bendita Gracia. 
Vivimos buscando con afán, y muchas veces con sacrificio, diversas posesiones materiales que creemos nos harán felices, para descubrir, al tenerlas, que no es así.
Vigilar el motivo de nuestra palabra y comprobar que sea puro, que tenga amabilidad y alegría. 
Es hora de que detengamos la acción diaria y escuchemos nuestras palabras. Si tienen un tono negativo, trágico, de rencor, hay que cambiarlas de inmediato. Si nuestro modo de hablar es negativo, destructivo y está lleno de crítica, nos hemos colocado una inmensa piedra que bloquea el sendero espiritual.
Los humanos somos el único Reino de la naturaleza capaz de hablar Este privilegio que es un poder creador, debe ser utilizado con responsabilidad. Nuestra manera de hablar indica como somos. Cuando mejoramos nuestra manera de hablar estamos reorganizándonos a nosotros mismos.
La lengua degenera en la medida que el ser humano degenera. Por eso cuando el ser humano torna su mirada a lo divino y se encamina al encuentro con su divinidad, su forma de hablar cambia y su palabra adquiere significado y poder.

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