martes, 17 de diciembre de 2013

Las enseñanzas de los grandes maestros dieron origen a las religiones en el mundo.

Todos hablaban de lo mismo: amor, tolerancia, respeto, perdón.
Enseñanzas que son una guía para llegar a lo esencial y equilibrar lo mundano. Un mapa para llegar a Dios y no para apartarnos de Él.

¿Qué pasó con su sencilla enseñanza? Se complicó, la natural formula del amor se convirtió en dogmas, ritos, sacramentos y requisitos que la pusieron fuera del alcance de la mayoría. La oscurecieron a tal punto que ahora todo lo que pretenda volver a ella se considera una amenaza.

En nombre de las religiones y de Dios se han cometido las peores atrocidades, se han librado las más sangrientas guerras y en pleno siglo XXI se sigue asesinando en su nombre.

¿Por qué? Porque no conocemos a Dios, porque lo convertimos en un concepto inalcanzable y la verdad fundamental fue ocultada bajo capas y capas de normas, leyes y exigencias.

No puedo decirte lo que Dios es, no hay palabra que lo defina. Pero puedo decirte con toda certeza lo que no es: no es un juez, no es un verdugo, no es un anciano venerable de barba blanca sentado en un trono, no es un ser que vive en un lugar apartado y lejano de ti.

No es alguien y no es algo, no es lo que te digan de Él sino lo que tú puedas experimentar de su grandeza y de su amor infinitos.
Aléjate de los conceptos pues son ellos los que te niegan la dicha, la paz y la seguridad que existe en su presencia.

Búscalo en todo y en todos pues es allí donde lo encontrarás. Búscalo en la quietud del silencio, en la voz que te susurra amorosas promesas, en la alegría, en el amor, en la compasión, en cada segundo que puedas tomar conciencia de que eres su hijo amado.

Búscalo en ti porque es allí donde Él está.
No te pido que abandones tu fe ni que reniegues de tus creencias. Sólo te sugiero que uses tu capacidad de discernimiento para llegar a la verdad, y para cuestionar lo que te han enseñado.

Respeto profundamente la libertad de cada persona para vivir su espiritualidad de la forma que elija, pero te exhorto a buscar a Dios por ti mismo, en la iglesia, la mezquita o la sinagoga, en cada segundo de tu existencia, en cada persona, en la naturaleza.

Dios es inexplicable pero no es un misterio, es una vivencia, una experiencia personal que no puede ser enseñada ni trasmitida.
Prueba a buscarlo sin temor. Él sólo espera que le permitas llegar a ti de forma directa, sin interferencias, mediadores o ritos.

Él sólo te pide que confíes en su amor que te cuida, provee, protege y guía en todo momento, que experimentes la perfecta seguridad de su presencia, que recibas su regalo de paz y dicha que es su única voluntad para ti.

No sigas a nadie así te prometa el cielo. Busca la verdad aunque te amenacen con el infierno. No creas en Dios porque Él no es un dogma ni una creencia. Él es y sólo puede ser experimentado. No hay una palabra que pueda contenerlo. Te han hecho creer que hay tantas condiciones para que seas digno de su amor y de su bendición que te parece una labor titánica complacerlo.

No conoces a Dios y por eso le temes, porque es más cómodo aceptar lo que te dicen, que buscar la verdad por tus propios medios. Si no la buscas jamás la encontrarás, seguirás “creyendo” en Dios y aceptando la voluntad de los que se han apropiado de su palabra e intentan controlarte haciéndote creer que hablan en Su nombre.

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