martes, 17 de diciembre de 2013

Vivimos una relación ambigua con el dinero

Vivimos una relación ambigua con el dinero; precisamos de él, nos gusta obtenerlo, pero cuando lo poseemos tenemos miedo a perderlo, mientras que otros se avergüenzan de poseerlo.

Ansiedad, abatimiento, miedo, decepción; no hay quien escape de sentimientos contradictorios cuando el asunto es el dinero. Pocos tienen, por ejemplo, el coraje de confesar su apego a él, y eso, a pesar de que las cuestiones financieras permean la mayor parte de las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida.

Casi sin ser conscientes de su implacable poder, es un poderoso crítico interno que censura anhelos y aspiraciones, susurrando a nuestros oídos: ¡No puedes permitírtelo! ¡Cuesta demasiado! o ¡Cuando tenga dinero haré...! A ese pudor se suma la creencia de que el dinero, por sí sólo, es capaz de destruir o transformar nuestra existencia, de modificar nuestras relaciones humanas y de hacernos dichosos.

Se tiende a creer que es el dinero el que tiene el poder de hacernos felices.
Abatimiento y felicidad son estados de ánimo independientes de la situación de nuestra cuenta corriente. Es asombroso comprobar cómo en Oriente, donde abundan los pobres, la gran mayoría de ellos permanecen felices, mientras que en Occidente, y a pesar del estado del bienestar que garantiza nuestras necesidades más mínimas, abundan los tristes y deprimidos.

Parece una contradicción, pero no lo es. Nuestra autonomía como seres humanos es independiente de nuestra liquidez económica. Podemos tener poco y sentirnos realizados, o mucho y percibirnos como desgraciados. El dinero no es felicidad, es sólo dinero.
Vivimos una relación ambigua con el dinero; precisamos de él, nos gusta obtenerlo, pero cuando lo poseemos tenemos miedo a perderlo, mientras que otros se avergüenzan de poseerlo.

El dinero es misterioso e imprevisible. Cuanto más luchamos para ganarlo, más difícil parece obtenerlo; cuanto más dinero ganamos, más necesitamos para vivir. Pasamos la vida tratando de ganar dinero, pero mientras a muchos se les escapa, otros que consiguen obtenerlo descubren que con el paso del tiempo acaban perdiéndolo, teniendo que vender todo o parte de lo que en épocas mejores adquirieron.

En la escuela aprendimos muchas cosas útiles, pero otras muchas importantes fueron omitidas.
No nos enseñaron a vivir una relación amorosa y hacerla funcionar. Tampoco nos mostraron cuáles eran las leyes espirituales universales que rigen la riqueza. Si deseamos obtener dinero y tener una vida abundante precisamos comprender qué es lo que el dinero significa en nuestra vida, en una perspectiva racional y ética, poniendo los medios necesarios para luchar por él y prosperar sin culpa.

Tendemos hacer una identificación entre lo que somos y lo que obtenemos. Se tiende a pensar que seremos felices cuando adquiramos una nueva casa, cuando conduzcamos un coche nuevo, encontremos una pareja mejor o simplemente adelgacemos. Todos estos bienes son valiosos y sacian nuestras aspiraciones. Es noble emprender acciones para obtenerlos, pero es muy peligroso pensar que son una extensión de nuestra personalidad.

Si nos identificamos excesivamente con nuestro trabajo nos deprimiremos cuando éste termine.
Si nos identificamos con el dinero sufriremos cuando no lo tengamos. Ninguno de nosotros es lo que posee. Las personas sólo somos personas. Pero el capitalismo y su consecuente impulso en dirección al consumismo influeyen considerablemente la percepción de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Nos hace creer que somos lo que poseemos limitando nuestra infraestructura financiera y la manera con que manejamos nuestro dinero.

Tal vez nuestra necesidad de obtener más dinero sea tanto para sustentar nuestro modo de vida, como para la supervivencia del sistema capitalista, el cual se ocupa de alimentar nuestros propios deseos y necesidades inconscientes.
Cualquiera que sea el caso, de una cosa tengo la certeza: el dinero desempeña un gran papel en nuestra vida para que permanezcamos inconscientes de él. Precisamos concienciarnos de su impacto en nuestra existencia y en las decisiones que tomamos.

No prestarle atención es negar que somos sus esclavos y que este estado se perpetuará a través de miedos y ansiedades hasta destruir nuestra alma. Como afirmó el filósofo Jacob Needleman, el dinero penetra tan profundamente en nuestra personalidad y en nuestro organismo psicofisiológico, que la exploración personal del dinero es imprescindible para el hallazgo del Yo, para el hallazgo de aquellas partes de la naturaleza humana que nos permiten entrar en relación con nuestra propia conciencia.

Las personas con una auténtica conciencia de abundancia saben que viven en un universo abundante. Cuando un problema financiero aparece en primer plano, buscan solucionar cualquier problema en su interior que pueda estar creando esta situación. Saben que cualquier sentimiento de constricción sobre el dinero bloqueará el camino de su fluir creativo y por ello se esfuerzan en mantener un elevado nivel de conciencia buscando activamente comprender y remover cualquier miedo u obstáculo que se interponga en su camino al éxito.

Ellos saben que deben mantener una relación abierta y consciente con el dinero. Reconocen que el dinero es apenas un medio de los muchos recursos disponibles para afrontar sus necesidades y confían en su capacidad de atraerlo para, de este modo, satisfacer sus necesidades económicas. No buscan el dinero, por el contrario, saben que la prosperidad le es concedida al que está abierto y flexible y que así todo lo que necesita en el mundo le es concedido.

Ellos son la manifestación en un mundo material y conflictivo de que la búsqueda de un propósito más elevado en todas las áreas de la vida y, muy especialmente en el campo del dinero, es el camino más rápido hacia una plena realización personal y espiritual.

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